La AEAT te vigila, y sabe lo que haces… Atente a las consecuencias (Pérez Pombo) (Demo)

Nos hacemos eco del siguiente artículo de Emilio Pérez Pombo, escrito el pasado día 20 de abril de 2017 en el blog Fiscalblog, que podéis consultar a través del enlace correspondiente:

“No sé si habéis visto la magnífica serie “House of Cards”®, pero debo reconocer que aparte de que está muy bien hecha y magníficamente interpretada, los personajes resultan atractivos, si bien, los guionistas incurren, como suele ser muy habitual, en los excesos dramáticos y en la exuberancia de hechos y situaciones para resaltar la baja calidad humana de gran parte de los personajes. Ciertamente, hayáis visto o no la serie, la mayoría asociaís al personaje de Kevin Spacey (el congresista Frank Underwood) como un ser despiadado y de una total amoralidad, dispuesto a todo para conseguir su objetivo final. Y así transcurre la serie.

En la primera temporada, el citado personaje se sirve de la información y de las debilidades de un pobre hombre, el congresista Pete Russo, para conseguir que se preste a realizar el trabajo sucio que se le encomiende. Esta sumisión de la voluntad no se obtiene mediante la utilización de la fuerza bruta, la coacción física ni otras demostraciones de fuerza, sino que, Frank simplemente le hace saber que él sabe cosas y que está dispuesto a callar y mirar para otro lado, si se limita a seguir sus instrucciones.

Está claro que todos tenemos pecados, debilidades, defectos y/o cometemos errores. Por más que nos esforcemos, la perfección es meramente una aspiración y todos tenemos aspectos o cuestiones a mejorar.

Centrándonos en el ámbito tributario, esa perfección deseada es inalcanzable para cualquier contribuyente medio, por más diligencia, capacidad y recursos de que disponga, pues es tal la exuberancia de obligaciones tributarias que deben atenderse a lo largo del tiempo y de los años que, difícilmente, es posible sobrevivir a este abuso administrativo sin cometer algún error o fallo. Añadamos a ello, que la normativa tributaria vigente es compleja, confusa, incierta, cambiante y sujeta a diversidad de interpretaciones.

Pues bien, en este entorno, donde atendiendo a la regla de convivencia o la norma de referencia (la normativa tributaria) vigente en el momento, nuestros actos y/o comportamiento es susceptible de una presunta reprobación, resulta desolador que exista algún ente que no sólo tiene la potestad de revisarnos y exigir responsabilidades, sino que tiene la capacidad de controlarnos y la voluntad de que actuemos coaccionados por el miedo a un castigo o posterior represión.

En efecto, como un vulgar Frank Underwood y sin ningún tipo de atractivo, el Departamento de Gestión Tributaria de la Agencia Tributaria se ha dedicado a enviar a múltiples contribuyentes una carta para hacerles saber que los tiene controlados y sabe cosas. Os adjunto un ejemplo de ello.

Este modo de actuar ya se empleó en su momento con las famosas cuentas de Lietchenstein y de la lista Falciani. Ahora bien, esta nueva campaña es un saldo adelante, porque la Agencia Tributaria nos enseña (mediante el acumulado de ciertos datos bancarios) de que dispone de información y documentación. Es decir, dan pruebas de que la amenaza es real.

No acaba ahí la cosa, la carta advierte que nos va a tener controlados en el año 2017. Es decir, la Agencia Tributaria presupone que el contribuyente es un potencial defraudador y advierte que, como lo tendrá controlado, si comete el “crimen” ello tendrá consecuencias (“realizar una visita destinada a la toma de datos así como en su caso al inicio de actuaciones de comprobación”). Poco importa si la Agencia Tributaria tiene razón o no, si existe alguna motivación o justificación. Nada importa.

De forma vergonzosa, ruin, lamentable, la Agencia Tributaria juega con la conciencia de los contribuyentes y utiliza los medios y recursos para extender un cierto clima de tensión en los ciudadanos para su adecuada sumisión.

Para quien tuviese dudas, deberían quedarle absolutamente despejadas. La Agencia Tributaria no busca adhesiones y ciudadanos convencidos del deber de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos, la Agencia Tributaria quiere contribuyentes obedientes, sometidos, callados y sumisos, como buenos súbditos.

Y si tenemos de alguna pretensión de discrepancia o libertad, cuidado, que nos vigilan y nos lo hará saber…”